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Un mar de Verne #5: mareas rojas, mares de leche y ardora

Imagen de portada: ilustración de Andrés Meixide para «Jules Verne e a vida secreta das mulleres planta» [Ledicia Costas, 2015]

Hoy termino la saga dedicada a Verne con 3 historias que me quedaban por relatarles de la novela «20.000 leguas de viaje submarino», con el mar y las algas como protagonistas.

El pasado viernes 30 de noviembre di nuevamente esta charla sobre Verne, dividida aquí en 5 entradas, gracias a la invitación de GCiencia.

Fue en el Museo Marco de Vigo con motivo de la Semana de la Ciencia, aunque no fue la charla de siempre: sólo hablé de 20.000 leguas e incluí un hecho histórico sucedido en 1915 en el Puerto de Vigo relacionado luego con las mareas rojas y la primera campaña oceanográfica en las rías gallegas. De esta anécdota histórica les hablaré en otra entrada: hoy toca despedir a Monsieur Verne.

Eran cinco historias y hoy continuamos con la tercera…

3/5 Una marea roja en el mar Rojo

Todavía recuerdo el salto que di en el sofá y la emoción cuando leí este capítulo. Mientras el Nautilus se adentra en el mar Rojo, Nemo y Aronnax inician una conversación sobre el origen de su nombre y la ocurrencia de mareas rojas en él. Es un diálogo tan maravilloso que siempre pido la participación del público para representarlo:

N: Mi opinión personal, señor Aronnax, es la de que hay que ver en esta denominación de mar Rojo una traducción de la palabra hebrea «Edom», y si los antiguos le dieron tal nombre fue a causa de la coloración particular de sus aguas.
A: Hasta ahora, sin embargo, no he visto más que agua límpida, sin coloración alguna.
N: Así es, pero al avanzar hacia el fondo del golfo verá usted el fenómeno. Yo recuerdo haber visto la bahía de Tor completamente roja, como un lago de sangre.
A: Y ese color ¿lo atribuye usted a la presencia de un alga microscópica?
N: Sí. Es una materia mucilaginosa, de color púrpura, producida por esas algas filamentosas llamadas Tricodesmias, tan diminutas que cuarenta mil de ellas apenas ocupan el espacio de un milímetro cuadrado. Tal vez pueda verlas cuando lleguemos a Tor.
A: No es ésta, pues, la primera vez que recorre el mar Rojo a bordo del Nautilus.
N: No.

C.G. Ehrenberg (1795-1876). Autor: E. Radke. Fuente: Wikimedia Commons.

¿Por qué menciona Nemo la bahía de Tor? pues porque el autor conocía la descripción de Trichodesmium erythraeum publicada en 1830 por un ilustre naturalista alemán, Christian G. Ehrenberg.

Conseguí una copia de dicho trabajo gracias a mi colega Uxía Tenreiro (biblioteca IEO de Vigo), y traduje los párrafos sobre Trichodesmium del alemán al español con el traductor de Google.

El texto es descriptivo con un estilo literario propio de los trabajos científicos de la época, una joya. Ehrenberg comenta que el 10 de diciembre de 1823 el mar estaba en calma más allá de una barrera de arrecife pero en el interior de la bahía de Tor se encontraba teñido completamente de rojo.

Se acercó a la orilla en bajamar con un frasco de cristal y recogió muestras de aspecto fangoso entre las tenues olas de la bahía. En su tienda de campaña examinó los microorganismos y describió con precisión al responsable, la cianobacteria Trichodesmium erythraeum.

Luego, en la novela, cuando llegan a la altura de Tor, descubren efectivamente una marea roja !!

Si quieren saber más sobre Trichodesmium pueden consultar Relato de una marea roja en Tenerife.

4/5 Un mar de leche

Una noche en el Golfo de Bengala (océano Índico), ascienden a superficie y Aronnax describe la siguiente escena:

…el Nautilus, navegando a flor de agua, se halló en medio de un mar blanquecino que se diría de leche. […] Conseil no podía dar crédito a sus ojos y me interrogó sobre las causas del singular fenómeno.
-Es lo que se llama un mar de leche -le respondí-, una vasta extensión de olas blancas que puede verse frecuentemente en las costas de Amboine y en estos parajes.
-Pero ¿puede decirme el señor cuál es la causa de este singular efecto? Porque no creo yo que el agua se haya transformado en leche.
-Claro que no. Esta blancura que tanto te sorprendes es debida a la presencia de miríadas de infusorios, una especie de gusanillos luminosos, incoloros y gelatinosos, del grosor de un cabello y con una longitud que no pasa de la quinta parte de un milímetro.

Imagen de satélite de un mar de leche. Fuente: Miller y col. (2005).

Los mares de leche eran conocidos al menos desde el s.XVII a través de relatos de marinos que hablaban de visiones nocturnas surreales en las que la superficie del mar poseía un fulgor blanquecino a lo largo de áreas enormes.

La naturaleza del fenómeno era desconocida en época de Verne y la primera prueba visual no llegó hasta el año 2005 cuando Miller y col. publicaron «Detection of a bioluminescent milky sea from space».

Sólo les comentaré que los mares de leche no están asociados con microalgas como los dinoflagelados, sino con bacterias bioluminiscentes. La historia completa tal como la explico en la charla, y más detalles curiosos, la encontrarán en Bacalao en salsa bioluminiscente.

Se da la coincidencia, o no tanto, de que el mar de leche en la novela ocurre en el oceáno Índico, al igual que la imagen de satélite conseguida por Miller y col. El propio Verne menciona otros registros históricos que a buen seguro investigó (Amboine=Ambon (Indonesia, océano Pacífico)), y le sirvieron para introducir este hecho misterioso en el relato.

No debemos confundir los términos «mar de leche» y «mar de ardora«. Se refieren a fenómenos distintos y precisamente con la ardora termina la entrada de hoy.

5/5 Un mar de ardora

Una noche, navegando también por el óceano Índico, ocurre una escena que les deja boquiabiertos:

…el Nautilus pareció dormirse a unos metros tan sólo bajo la superficie. Sus aparatos eléctricos no funcionaban, y su hélice inmóvil le dejaba errar al dictado de la corriente […] Mis compañeros y yo fuimos entonces testigos de un curioso espectáculo. Los observatorios del salón estaban descubiertos […] y reinaba una vaga oscuridad en medio de las aguas […] Observaba yo el estado del mar en esas condiciones […] cuando el Nautilus se halló súbitamente inundado de luz. […] Advertí entonces una serie de relámpagos en medio de las capas luminosas […] había en ella una intensidad y un movimiento insólitos. ¡Se diría una luz viva! Y viva era, puesto que emanaba de una infinita aglomeración de infusorios pelágicos, de las noctilucas miliares, verdaderos glóbulos de gelatina diáfana, provistos de un flagelo filiforme…

Lo que Verne describe aquí es un espectacular mar de ardora, la bioluminiscencia verde-azulada producida por dinoflagelados heterótrofos denominados hoy en día Noctiluca scintillans. Hemos tratado en este blog tanto de las Noctilucas que no tengo mucho más que añadir sobre ellas y les animo a revisar entradas como Un mar de Noctilucas en la ría de Vigo.

Lo que sí les contaré es lo siguiente. Al llegar este momento en la charla recreo el instante de oscuridad a bordo del Nautilus y apagamos las luces de la sala mientras suena «Noctiluca» de Jorge Drexler. Dicha canción la compuso después de admirar una noche un «mar de Noctilucas» en Cabo Polonio (Uruguay), y se la dedica a uno de sus hijos en un vídeo inolvidable.

Su definición de Noctiluca me parece preciosa: «Brilla/Noctiluca/un punto en el mar oscuro/donde la luz se acurruca«.

La música de Drexler captura la emoción que produce este fenómeno de la naturaleza y es entonces cuando agito un balón de vidrio lleno de un cultivo con otro dinoflagelado: Alexandrium tamarense. El vídeo siguiente lo grabó Uxía Tenreiro en una de las charlas que di este verano en «O Cafeciño de Eloy», aunque les invito a disfrutarlo en directo si se vuelve a dar la ocasión el año que viene…

¿Y por qué no uso Noctilucas para la demostración? Ya me gustaría pero no las cultivamos en el IEO. Son heterótrofas y que yo sepa nadie ha conseguido establecerlas en cultivo indefinidamente en el laboratorio. En cambio muchos dinoflagelados fotosintéticos, como algunas especies del género Alexandrium, producen el mismo tipo de bioluminiscencia que las Noctilucas y son «fáciles» de cultivar con la luz y los nutrientes adecuados.

Para terminar, me gustaría agradeceros a todas y todos los que habéis podido asistir a las charlas sobre Verne a lo largo del año: en «La Pecera», «O Cafeciño de Eloy», el «Parque Náutico de Castrelo» o el Museo Marco. En La Pecera apenas había público: la cosa ha mejorado con el tiempo.

Museo Jules Verne en Nantes. Autor: F. Rodríguez.

Pero de entre todas, si tuviera que elegir una, me quedo con esa primera porque los que estabais allí fuisteis un público muy especial, sin referencia ninguna de lo que iba a contar. Sin vuestra presencia e interés aquella noche no habría habido una segunda.

Y cómo no! gracias a Verne, que sigue haciéndonos soñar con sus historias, despertando nuestra imaginación casi dos siglos después…

Referencias:

-Ehrenberg C.G. Neue Beobachtungen über blutartige Erscheinungen in Ägypten, Arabien und Sibirien, nebst einer Übersicht und Kritik der früher bekannten. Annalen der Physik 94(4):477 – 514 (1830).
-Miller S.D. y col. Detection of a bioluminescent milky sea from space. PNAS 102:14181-14184 (2007).

Un mar de Verne #4: 20.000 leguas de viaje submarino

Imagen de portada: Kirk Douglas en 20.000 Leguas de viaje submarino (1954)

Hoy hablaremos de 20.000 leguas de viaje submarino, uno de los «viajes extraordinarios» de Verne con el que niños y adultos de todo el planeta hemos soñado navegar en el Nautilus.

Esta entrada iba a cerrar una serie de cuatro dedicada a Verne. Pero esta novela da para mucho y necesitaré una entrada más. Así que pónganse cómodos y retrocedamos hasta el año 1866.

Cae la noche en el Pacífico al sur del Japón y un submarino entra en escena perseguido por un buque de guerra norteamericano.

Desde ese instante el Nautilus ya es mágico. Deja tras de sí una estela fosforescente mientras intenta darle caza la fragata Abraham Lincoln tomándole por un narval que ataca buques por todo el mundo.

En la persecución caen al agua el arponero Ned Land, el profesor Pierre Aronnax (alter ego de Verne) y su criado Conseil. Se aferran al Nautilus y una vez dentro de él emprenden un fascinante viaje como prisioneros en una jaula de oro, a las órdenes del capitán Nemo.

Pues bien, les relataré cinco historias relacionadas con las algas: dos de ellas hoy y tres más en la quinta entrada. No aseguro que sea la siguiente porque nunca se sabe…

1/5 Los usos de las algas a bordo

Nemo había renunciado al contacto con la humanidad, así que todo lo que utilizan en la vida diaria lo produce el océano y dependen exclusivamente de él para subsistir. Este es para mí uno de los grandes logros de la novela: el universo marino que lo envuelve todo.

Porphyra laciniata (Fuente: botany.natur.cuny.cz) y hojas de Nori (Autora: Alice Wiegand. Fuente: Wikimedia Commons)

Y respecto de las algas empezaré por las que aparecen en la comida. Los cocineros del Nautilus preparan crema azucarada elaborada a partir de «los grandes fucos del Mar del Norte«. Con esto se refiere Verne a grandes algas pardas como el «kelp de azúcar» (Saccharina latissima).

La novela menciona que comen Porphyra laciniata. Las Porphyras, también llamadas algas nori, se utilizan para elaborar las hojas de los rollitos de sushi. Y también prueban la Laurentia pinnatifida, conocida como dulse pimienta por su regusto picante.

Nemo es aficionado a beber agua con gotas de un licor fermentado a la usanza Kamchatkiana a base del alga roja «Rodymenia palmeada» (Palmaria palmata). Sus invitados también lo prueban…

Nemo (James Mason) encendiendo un cigarro de algas en la película sobre la novela dirigida por Richard Fleischer (1954).

Y efectivamente, dicho licor existe o existió en el pasado. En un libro reciente encontré referencias a un licor con un sabor «a diablos» elaborado por nativos de Kamchatka utilizando Palmaria (Fleurence & Levine 2016).

Pero además de alimentos, en el Nautilus también fabrican perfumes destilando plantas marinas que es como Verne se refiere a menudo a las algas.

El capitán Nemo fuma cigarrillos de…algas con nicotina! Esto aparece incluso en la libérrima adaptación al cine producida por Disney en 1954. Pero por ahí sí que no paso, las algas no tienen nicotina.

En el gran salón del Nautilus hay un gabinete de historia natural a semejanza de los que surgieron en el siglo XIX, y que fueron el origen de grandes museos posteriores tal y como explicó Jesús Troncoso (catedrático de la UVIGO) en su charla sobre Verne el pasado 9 de mayo (La Pecera, Vigo).

En dicho gabinete el profesor Aronnax descubre fascinado toda clase de organismos marinos: conchas de moluscos incluyendo una gigantesca Tridacna con un surtidor, corales y también como no! un herbario de algas que «aunque disecadas, conservaban sus admirables colores«. Verne cita muchas de ellas de manera coloquial:

Entre tan preciosos hidrófitos llamaron mi atención los cladostefos verticilados [Cladostephus verticillatus], las padinas pavonias [Padina pavonica], las caulerpas de hojas de viña, los callithammion graníferos, las delicadas ceramias [Ceramium] de color escarlata, las agáreas en forma de abanico, las acetabularias, semejantes a sombreritos de hongos muy deprimidos, que fueron durante largo tiempo clasificados como zoófitos, y toda una serie de fucos.

Una de las estatuas en homenaje a los buzos del Nautilus que existen en la ensenada de San Simón (Ría de Vigo). Autor: Jorge Hernández.

Pero aún hay más. El papel del diario de viaje que escribe Aronnax está hecho de Zostera marina.

La Zostera es una planta acuática, no un alga, y forma ecosistemas de gran valor ecológico en zonas como el interior de la ría de Vigo (la ensenada de San Simón), que el propio Nautilus visita en 1868 en el capítulo «La bahía de Vigo» para recoger los lingotes de oro de los galeones de Rande.

Además, el jergón en el que duerme Aronnax también está hecho de Zostera. Y esto, a diferencia del papel, sí fue un uso real.

En la época preindustrial las fibras de Zostera se utilizaban por ejemplo en Francia, para elaborar embalajes y jergones (de Buen, 1893).

La Zostera y seres marinos asociados a ellas. Fuente: galiciasustentable.org

Estamos en 2018, 150 años después de la visita del Nautilus a Vigo y aunque la novela no lo menciona ¿por qué no? quizás aprovecharon para cosechar Zosteras de la ría para sus usos a bordo.

Esa habría sido una de las grandes diferencias entre aquella ría de Vigo y la actual: las praderas de Zostera han disminuido mucho debido a la actividad antropogénica (rellenos, fondeos, contaminación, etc).

Comparación de dos horizontes de Sacchorriza en las islas Cíes (años 2012 y 2014). Fuente: Servicio de seguimiento de Comunidades Biológicas en la zona intermareal y submareal del PNIAG (Hernández J, Garci ME & Regueira M).

Y esto son malas noticias. Su papel es fundamental para preservar la biodiversidad y salud de los ecosistemas costeros ya que la Zostera supone para muchos animales un ambiente donde encontrar refugio, alimento y reproducirse, como los caballitos de mar o las sepias, que simbolizan un recurso económico muy importante en el interior de la Ría, en Redondela.

Otra de las grandes diferencias en la actualidad sería el retroceso de los bosques de algas pardas, por ejemplo Laminaria y Sacchorriza, que forman horizontes con individuos de gran tamaño en la zona submareal de costas expuestas como la entrada de la Ría de Vigo.

Su disminución, registrada también en otras zonas del norte de la península ibérica (Fernández 2011), se piensa que podría estar favorecida entre otros factores por el aparente aumento de temperaturas asociado al cambio climático en aguas costeras de dicha región.

2/5 El bosque submarino de la isla Crespo

¿Alguno de ustedes ha oído hablar de esta isla? Lo normal es que no, porque la isla Crespo no existe. Es una isla fantasma que el capitán español Crespo creyó descubrir en 1801 y que apareció durante décadas en los mapas, pero nunca más se volvió a encontrar…algo así como la leyenda de San Borondón en Canarias.

Pero si les pica la curiosidad hagan lo siguiente: escriban «Crespo Island» en Google Maps y descubrirán una sorpresa en el Pacífico…

Cazando en los bosques de la isla Crespo. Ilustración original de Alphonse de Neuville (1870), coloreada. Fuente: Pinterest.

El paseo por el bosque submarino de Crespo, en el Pacífico subtropical, es uno de los pasajes más memorables de la novela. Equipados con sus trajes de buzo emprenden camino hacia las profundidades que rodean la isla y Aronnax describe la sucesión vertical de algas:

«Veía flotar largas cintas de fucos, globulosos unos, tubulados otros, laurencias, cladóstefos de hojas finísimas, rodimenas palmeadas semejantes a abanicos de cactus. Observé que las plantas verdes se mantenían cerca de la superficie del mar, mientras que las rojas ocupaban una profundidad media, dejando el fondo a los hidrófilos negros u oscuros.»

Luego exagera hablando de que se han encontrado algas pardas (fucos) de más de 500 metros de longitud! y se permite una licencia literaria al describir la luz submarina a unos 100 metros de profundidad como un crepúsculo rojizo.

Y allí mismo sitúa Verne el linde del bosque submarino de Crespo donde destacan gigantescas nereocísteas, es decir, algas pardas conocidas como kelp, pertenecientes al orden Laminariales.

Y me quedé muy sorprendido al leerlo: ¿existen bosques de Kelp a esa profundidad? 

Pues en época de Verne eran desconocidos pero lo cierto es que sí existen. Bien entrado el siglo XX se descubrieron unas pocas y raras especies de Kelp profundas. Un ejemplo es Laminaria abyssalis, descrita en 1967 en las costas de Brasil y que habita entre 40-120 m de profundidad en latitudes tropicales del hemisferio sur.

a) Islas Galápagos. En rojo el substrato iluminado y en verde las zonas que podrían albergar kelp. b) Ejemplares de Eisenia galapagensis (izquierda: profundo. Centro: superficial. Fuente: Graham y col. (2007).

Las bosques de kelp son propios de aguas someras en latitudes templadas/boreales. Las especies profundas tropicales y subtropicales se consideraban hasta hace una década poblaciones aisladas, “relictas” de épocas glaciales en las que habitaban aguas superficiales con un nivel del mar inferior al actual.

Sin embargo, en 2007 se publicó un estudio en PNAS (Graham y col.) que modelaba el hábitat del kelp con las profundidades a las que penetra suficiente luz para permitir su crecimiento.

Los resultados del modelo indicaron la posibilidad de que existan amplios bosques de kelp profundos por descubrir en latitudes bajas, desde 30 metros hasta >200 m de profundidad.

En dicho estudio decidieron comprobar las predicciones del modelo en las islas Galápagos, casi tan remotas como la isla Crespo!

El modelo de Graham y col. predijo que iban a encontrar kelp hasta 80 m de profundidad. Y en efecto, llegaron hasta 60 m y encontraron poblaciones de una especie local de kelp: Eisenia galapagensis. Más allá de donde muestrearon los buzos seguía habiendo kelp pero no llegaron a determinar su límite inferior.

Eso sí, los ejemplares de Eisenia en profundidad eran cada vez más abundantes, más grandes y con mejor aspecto. Olé por Verne! 

Y para abrir boca les dejo otra vez con Aronnax y el inicio de la siguiente historia…

«Observaba yo el estado del mar en esas condiciones, en las que los más grandes peces aparecían como sombras apenas dibujadas, cuando el Nautilus se halló súbitamente inundado de luz.»

Referencias:

-de Buen O. Botánica III. Historia Natural. Montaner y Simón, editores (1893).
-Fernández C. The retreat of large brown seaweeds on the north coast of Spain: The case of Saccorhiza polyschides. Eur. J. Phycol. 46:352-360 (2011).
-Fleurence J, Levine I. Seaweed in Health and Disease Prevention. Academic Press, 476 pp. (2016).
-Graham MH y col. Deep-water kelp refugia as potential hotspots of tropical marine diversity and productivity. PNAS 104: 16576-16580 (2007).
-Verne J. 20.000 leguas de viaje submarino (1869). Editado por elaleph (disponible gratuitamente en la web http://www.elaleph.com).
Páginas web:
-https://oporteteditores.com/el-misterio-de-la-isla-de-papel-y-el-navegante-escurridizo/

Un mar de Verne #3: La isla misteriosa

Aquí está el tercer capítulo dedicado a Verne y el mar. Les recuerdo que son cuatro entradas en las que desvelo el contenido de «Un mar de colores para el Nautilus«.

Sí, esa charla que preparé para el 9 de mayo en «La Pecera» (Vigo), y que luego he repetido en «O Cafeciño de Eloy» (Nigrán) el 5 de julio y en el Parque Náutico de Castrelo de Miño el 27 de julio para «Solpores no Náutico« organizado por Dosi Veiga de DIVULGACCION.

Muchas gracias a todos los que habéis podido ir a verla. Yo me lo he pasado en grande y espero que vosotros también!

Ilustración de Jules Férat para la edición original de La Isla Misteriosa (1874). En primer plano está «Top». Fuente: Wikimedia commons.

«La Isla Misteriosa» está considerada como una de las obras maestras de Verne.

Se trata de un libro que rebosa fantasía y ciencia por los cuatro costados: física, astronomía pero sobre todo química.

De esta novela les contaré dos historias: «El dugongo« y «El volcán«.

En la isla misteriosa caen del cielo cinco náufragos una noche de tormenta, rehenes de la Unión que habían escapado en un globo aerostático de los Confederados en Richmond durante la guerra de secesión norteamericana.

Entre los personajes destacan el líder del grupo, el ingeniero Ciro Smith, y un periodista, Gedeón Spilett. No falta tampoco el clásico criado negro, Nab (estamos en pleno s. XIX) y tienen hasta una mascota, el perrito “Top”.

Luego capturan y domestican a un orangután, “Júpiter” (Jup), que se convierte en uno más de la pandilla.

A la isla le ponen el nombre de Lincoln y está en el Pacífico Sur.

La isla de Lincoln y Formentera casi parecen imágenes especulares. Fuente: wikimediacommons & viatgeaddictes.com

Tal y como mencionó Nicolás Moragues (historiador, Universidad de las Islas Baleares) en el Encuentro Internacional De Verne a Vigo este mismo año, la isla de Lincoln tiene un sospechoso parecido con Formentera.

Otro detalle fundamental es que la isla Lincoln está dominada por un imponente volcán activo.

En “La Isla Misteriosa” Verne menciona los usos culinarios de las algas en los países asiáticos.

Pero no es esto de lo que quería hablarles.

Las siguientes líneas dan una idea de por donde transcurre buena parte de la novela:

«Ciro Smith y Gedeón Spilett trabajaban juntos, unas veces como químicos y otras como físicos.»

Con esto en mente -física y química-, vamos ya con la primera historia…

-EL DUGONGO-

La isla posee un lago y en su orilla los protagonistas encuentran a un dugongo que ataca por sorpresa a «Top». Éste se libra por poco, pero el dugongo es atacado a su vez bajo el agua y muerto de forma misteriosa.

Dugongo (Dugong dugong) o vaca marina. Fuente: resistenciarockandroll.com

Verne insiste en que se trata de un dugongo y no de un manatí!

Los dugongos son mamíferos marinos y tratándose de un lago de agua dulce debería tratarse del segundo. Además, los dugongos son herbívoros y completamente inofensivos, no van por ahí saltando y mordiendo perros! 

Pero la intención de Verne es otra: descuida el rigor científico para inyectarnos la sospecha de que el lago posee una comunicación secreta con el mar. Como así es…

El lago Grant ocupa una cuenca granítica en una meseta elevada sobre la costa y después de esta escena nuestros amigos deciden rebajar su nivel para descubrir por donde desagua al mar. Necesitan abrir una brecha en el granito que reviente parte de su orilla.

Para superar este reto precisan de un explosivo muy potente y deben obtenerlo con los recursos que les ofrece la isla. El ingeniero Ciro Smith lo tiene claro: van a fabricar nitroglicerina.

Para ello le dice a sus compañeros que cojan al dugongo y separen por un lado la carne y por otro la grasa, que depositan en unas ollas de barro. Luego, para conseguir uno de los componentes del explosivo, la glicerina, indica que tienen que hacer una saponificación, un proceso químico por el cual se obtiene jabón y glicerina a partir de la grasa.

Hornos para algas en el departamento de Finisterre (Bretaña, Francia). Fuente: Alamy

Bien, la grasa del dugongo ya la tienen. Pero para la saponificación necesitan sosa.

¿Y de dónde la obtienen? De plantas halófilas (salicórneas, que crecen en playas y marismas) y de algas por supuesto!! en particular fucáceas (algas pardas) tal y como especifica Verne en el libro.

El proceso es el siguiente: se dirigen a la orilla del mar donde recogen montones de algas y las entierran en hoyos al aire libre. Allí les plantan fuego durante días para que el calor funda las cenizas y se compacten en una masa gris conocida como sosa natural.

Todo esto que describe Verne no es más que el proceso tradicional que se realizaba en regiones como la Bretaña francesa, donde la transformación de las algas para la obtención de sosa fue una de las primeras industrias químicas del país, activa desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX.

La aplicación más reciente de dicha industria de la sosa fue la obtención de iodo para fines medicinales así como en fotografía. Hoy en día podemos encontrar todavía en Bretaña restos de «hornos para algas» al aire libre como los que citaba Verne.

La extracción de algas fue algo tan prolongado en el tiempo, típico de Bretaña y otras regiones como Normandía y Vendée, que forma parte de su patrimonio histórico y cultural, con numerosas manifestaciones artísticas como «Les goémoniers» (recolectores de «goémon«, en bretón «gwemon«: conjunto de algas en la playa).

Les goémoniers (J.J. Lemordant: 1882-1968). Museo de Faouët. Fuente: tripadvisor

Bien. Gracias a la sosa pudieron saponificar la grasa del dugongo obteniendo glicerina y un jabón soluble que aprovecharon para la vida diaria.

La obtención final de la nitroglicerina sigue un proceso todavía más largo pero no entraré en detalles porque me alejaría mucho del hilo de la historia. Sólo diré que en dicho proceso aprovechan minerales de una mina en la isla e incluso fabrican ácido sulfúrico! Con la nitroglicerina revientan finalmente la roca y rebajan el nivel del lago.

Pero nuestros protagonistas aprovechan la sosa de las algas para conseguir otro producto sorprendente: el cristal.

De hecho la fabricación de cristal gracias a la sosa de algas fue la primera aplicación de esta actividad tradicional en Francia, y se realizó hasta finales del siglo XVIII. El cristal que se obtenía no era de gran calidad por las impurezas de las sales minerales de las algas. Sin embargo, eso le confería un tono verdoso muy útil para las botellas de vino.

En el libro fabrican el cristal «de algas» para colocarlo en las ventanas del Palacio de Granito, una gruta que convierten en refugio y hogar, descubierta tras el descenso del nivel del lago.

-EL VOLCÁN-

Vamos con la segunda historia. Tiene que ver con el final del libro y no posee relación con las algas pero se la voy a contar de todas formas. Merece la pena.

La Isla Misteriosa se titula así porque cuando están en problemas siempre llega la ayuda misteriosa de un personaje desconocido al que intentan descubrir durante toda la novela. ¿Adivinan quién? aviso, les voy a reventar el final de la novela…

…pues un anciano, el último superviviente del Nautilus: Nemo.

Bajo el volcán se encuentra una gruta submarina en la que se esconden dicha nave con su capitán. Al final del relato muere Nemo dejándoles, eso sí, parte de sus riquezas.

«El puerto» (1815-16) óleo sobre lienzo de C.D. Friedrich, se puede contemplar en el Charlottenburg Palace (Berlín). Fuente: Wikimedia Commons

Poco después el volcán entra en erupción, tan violentamente que la isla salta por los aires hecha pedazos: el fin para el Nautilus.

Pero no se preocupen por los personajes de la novela ya que Ciro Smith y sus amigos consiguen escapar de la isla in extremis.

Este final tan exagerado de ciencia-ficción pudo sin embargo estar inspirado por un hecho real acaecido en el siglo XIX: la explosión del volcán Tambora de Indonesia en abril de 1815.

Se trata de la erupción más violenta registrada en la historia y su dimensión fue tal que provocó un «invierno volcánico» en el planeta, alterando el clima de manera global.

Ello provocó una mortandad de cultivos y ganado en Norteamérica y Europa, y una de las hambrunas más terribles del s.XIX. No en vano, 1816 se conoció como «el año sin verano«, debido al descenso de temperatura por culpa de las cenizas del Tambora.

Podemos imaginar el aspecto que tenían aquellos días gracias a obras de arte como «El puerto» del artista alemán C.D. Friedrich, que captó a las mil maravillas los tonos rojizos y las tinieblas de la atmósfera teñida por el volcán.

Tercera edición de «Frankenstein» (Mary W. Shelley), publicada en 1831. Fuente: Wikimedia Commons

Y por qué les quería contar todo esto…pues porque también en 1816, a lo largo de aquel verano tenebroso de fríos aguaceros se escribió otro de los grandes clásicos de la literatura mundial: «Frankenstein» de Mary W. Shelley.

Referencias:

-Armada Díaz J. Frankenstein y la invención de la vida. Historia y Vida 600:62-69 (2018)
Verne J. La Isla Misteriosa. Biblioteca virtual universal. 324 pp. (2006)
-Web: Histoire de la chimie des algues en Bretagne. De la soude à l’iode jusqu’aux alginates. Une industrie chimique des algues en Bretagne. Autores: Gérard Borvon y alumnos del Instituto de l’Elorn en Landerneau.

Un mar de Verne #2: Segunda Patria

Imagen de portada [GK Hart/Vikki Hart/Getty Images]

Jules Verne publicó «Segunda Patria» (1900) como continuación de “El Robinson Suizo” (Johann D. Wyss, 1812).

Ilustración de George Roux (Colección Hetzel) para Segunda Patria. Fuente: http://jv.gilead.org.il

En el prefacio confiesa que novelas como esa y «Robinson Crusoe» (Daniel DeFoe, 1719) le marcaron el gusto por el género de aventuras y tuvieron parte de culpa en su dedicación como escritor a la saga de Los Viajes Extraordinarios («Segunda Patria» hace el nº47 de la serie).

Verne comienza la narración cuando la familia Zermatt lleva 12 años en una isla perdida en el Índico a la que llaman “Nueva Suiza”.

Es una isla muy loca!! con una biodiversidad que ya quisieran muchos zoológicos: antílopes, tigres, hipopótamos, chimpancés, avestruces, etc…y en sus aguas también hay de todo, desde lobos marinos hasta Nautilus!

Los Zermatt son un matrimonio suizo con cuatro hijos varones. Estos Robinsones transforman la isla en un paraíso, con tierras cultivadas, granjas y varias residencias entre las que se reparten durante el año. Luego se une a ellos una joven inglesa que vivía en un islote (“La Roca Humeante”), a la que rescata uno de los hijos tras descubrir su mensaje de socorro en la pata de un albatros.

Finalmente se suma otra familia, los Wolston (con dos hijas), que viajaban en un barco desde Australia atraído hacia la isla por los cañonazos que lanzaban los Zermatt desde el islote del Tiburón.

Bueno, vamos a las algas. El primer asunto tiene que ver con este simpático roedor…

Fuente: rabbits.life

En el islote de la Ballena pululan cientos de conejos y los Zermatt descubren que comen tanto plantas terrestres como algas -entre otras, Fucus saccharinus (=Saccharina latissima)-

¿Esto es posible, los conejos comen algas? Para interesados en el «mundo conejil» existen webs como Online rabbit care. Y en ella se preguntan lo mismo: Can Rabbits Eat Seaweed?

Aquí tienen su respuesta: «En absoluto, desafortunadamente no pueden. Las algas tienen mucho sodio y los conejos no pueden ingerirlo en gran cantidad. Podrían mordisquearlas pero comerlas dañaría sus riñones.» [trad.]

Sin embargo, quise profundizar en este asunto. Mi olfato científico me decía que los conejos podían estar ocultando algo más. Y en Youtube les pillé con las patas en las algas…

Sobre una playa en las Islas Shetland (Mar del Norte) este conejito se pone hasta las orejas de algas pardas (Fucus secos?). Así que la escena que describe Verne podría ser real: quizás él mismo la vio o se la comentaron. El hecho es que los conejos no parecen hacerle ascos a las algas [NOTA: entre el público que asistió a la charla el 9 de mayo alguien comentó haber visto vacas comiendo algas en una playa de Andalucía…sorpresas te da la vida.]

El segundo asunto comienza con un grupo de náufragos que llega a la isla. Uno de los personajes, un capitán irlandés, camina por la playa y descubre laminarias y fucos filiformes con racimos que reventaban al ser pisados. Y comenta a sus compañeros:

“Cuando no hay otra cosa, esto se come. En mi país, en los puertos de Irlanda, se hace compota con ellos.”

The Medical and Physical Journal (vol XX, 1808). Fuente: Google Books.

Y dice bien. Encontré una publicación de medicina (impresa en 1808 en Londres), “The Medical and Physical Journal”, en la que se habla de los usos culinarios y medicinales de las algas.

Entre otras cita Fucus palmata (hoy Palmaria palmata), por la que se deleitan en Escocia e Irlanda, donde la comen seca o hervida. Y precisamente seca es como la vendían en las calles de ciudades costeras irlandesas como Dublín y Cork. Además, añade que en Irlanda del Norte los pobres la consumían hervida.

También menciona otra especie, Fucus esculentus (=Alaria esculenta), que comían en Irlanda del Norte aunque también se la daban al ganado.

Así pues, Verne reflejaba simplemente la costumbre de comer algas en Irlanda y que llega hasta hoy, con cultivos marinos y empresas como Irish Seaweeds que comercializa cápsulas de KELP (Laminaria y Fucus vesiculosus) como complemento nutricional por su alto contenido en yodo.

El tercer y último asunto son las velas con algas:

Quedaba la cuestión de alumbrar el interior de la gruta cuando el tiempo impidiera trabajar fuera. […] se ocuparon en fabricar gran número de gruesas velas con la grasa de los lobos de mar que frecuentaban la ensenada, y la captura de los cuales no ofrecía dificultad […] fundiendo dicha grasa, obtuvo una especie de aceite, que, al enfriarse, se congelaba, y por no disponer del algodón que monsieur Zermatt recolectaba, se contentó con la fibra de las laminarias marinas, disponiéndolas a manera de mechas.

Laminaria ochroleuca y yo en la playa de Laxe (A Coruña, abril 2018). Autor: F. Rodríguez.

Toma castaña! después de leer este párrafo olvidé para siempre a los conejos. Ahora tenía que fabricar velas como en la novela para comprobar si era verdad o fantasía que pudieran usarse laminarias.

Así que durante varios fines de semana a comienzos de primavera me dediqué a recoger laminarias en la playa. El estipe de especies como Laminaria ochroleuca parece ya de por sí una mecha, aunque obviamente está húmedo y hay que secarlo bien.

Pero las algas secas son quebradizas y antes de nada hay que cortarlas en láminas finas y entrelazarlas (sujetas con un hilo por ejemplo) como las fibras de una mecha normal. Así dispuestas las coloqué en una estufa a 40ºC durante 24 horas. Bien, ya tenía las mechas de laminaria, ahora me quedaba la grasa.

Así es la manteca de cerdo («pingo») que usé para fabricar las velas. Autor: F. Rodríguez

En Galicia, a falta de lobos marinos (que tampoco es plan) lo más parecido y fácil de conseguir es grasa de cerdo. En concreto manteca («pingo» en gallego). Con ella conseguí el combustible de la vela.

Sólo me quedaba fabricar la vela fundiendo el «pingo» al baño maría, y luego introduje una mecha de algodón y otra a base de laminarias.

Les diré que la vela de algodón prendió una llama sostenida (eso sí, con un ligero tufillo!), pero por más que lo intenté no conseguí hacer lo mismo con la mecha de laminarias.

Observé que las laminarias se queman muy pronto y se calcinan sin dar tiempo a que una débil llama inicial se mantenga. Por mucho que empapes la mecha en manteca la composición química de las fibras terrestres y marinas no tiene nada que ver.

Así que no pude replicar lo que describe Verne. Es más! creo que es imposible hacer velas con laminarias. Pero existe otra posibilidad: que sea un torpe en comparación a Monsieur Zermatt, así que si alguno de ustedes consigue fabricarlas no duden en avisarme!

Referencias:

-The Medical and Physical Journal. Bradley T. & Adams J. Vol XX, nº 113. 570 pp. (1808).
-Verne J. Segunda Patria, 302 pp. (1900). Lectulandia.

Un mar de Verne: El Chancellor

[Imagen de portada: Sailors for the Sea]

El 9 de mayo participé con la charla «Un mar de colores para el Nautilus» en el ciclo Un mar de Verne, organizado por la Sociedad Hispánica Jules Verne y el Campus do Mar. Era la última de las 4 charlas por parte de personal investigador del CSIC, Universidad de Vigo e IEO en el bar musical La Pecera, de Vigo. Ni qué decir que la preparé encantado, cuando las cosas se hacen a gusto y con fitopasión todo es más fácil !

En las próximas 4 entradas podrán leer toda la historia, un homenaje a Verne como no podía ser menos para cerrar el ciclo. Lo que no podré será recrear la atmósfera del bar ni el calor del público que acudió a la cita, gracias al cual mereció la pena todo el esfuerzo y la ilusión que puse en ella. Comenzamos…

Jules Verne (1828-1905). Fuente: The Hustle

Jules Verne escribió 64 novelas, la mayoría de ellas (54) pertenecen a la saga de “Los Viajes Extraordinarios”.

El mar formaba parte muy importante de su trabajo y de su vida. El propio Verne poseyó tres barcos a cada cual más grande con los que navegó por el Atlántico y el Mediterráneo.

Recordemos además que en vida de Verne el mundo no se conocía en su totalidad: ni el continente africano, ni la Antártida ni muchas regiones del océano habían sido exploradas. Así que había mucho margen para la imaginación y los relatos fantásticos en alguien apasionado por la naturaleza y la ciencia como era él.

En la mayoría de sus relatos aparece el mar y en varios es protagonista o un elemento muy destacado de la trama. Y se preguntarán ustedes: ¿Verne escribía sobre algas? rotundamente sí. No soy ningún experto en su obra pero después de peinar unas cuantas novelas me quedé con cuatro que combinan mucha ciencia, imaginación e historias curiosas.

En mi casa, cuando era niño, había una colección de libros de bolsillo, entre ellos algunos de Verne. Que yo recuerde además de 20.000 leguas había otros títulos muy conocidos como “La isla misteriosa” o “Viaje al centro de la Tierra”. Esos son los libros de Verne que recuerdo haber leído. Y para preparar esta historia, además de releer los dos primeros me zambullí en otras dos novelas: “El Chancellor” y “Segunda Patria”.

Les confesaré que igual que me sucedió de niño, he vuelto a aprender e interesarme por fenómenos de la naturaleza gracias a Verne que compartiré con ustedes. Ya está bien de rollo! abramos la primera novela.

El Chancellor es un velero mercante que transporta algodón y pasajeros. Sale de Charleston (Carolina del Sur) el 27 septiembre de 1869 con rumbo a Reino Unido. Los buques a vapor ya copaban las rutas transoceánicas pero todavía coexistían con los de vela.

Días después se declara un incendio en la bodega que termina por hacerse incontrolable. El Chancellor encalla en un islote («La Roca del Jamón») y allí termina por naufragar. Los supervivientes construyen una balsa dotada de mástil y vela con la que continúan su aventuras. Derivan hacia el sur y tocan tierra en la costa de Brasil cuatro meses después, el 27 de enero de 1870.

Sobreviven 11 pasajeros (uno de ellos el Sr. Kazallon, que consigna todo en un diario) de los 32 que habían embarcado. Pues bien, les contaré tres historias de este libro. La primera de ellas la descubrí leyendo estas palabras:

“El Chancellor entra de lleno en el mar de los Sargazos. Este mar, cerrado por la tibia corriente del Gulf-Stream, es una vasta extensión de agua cubierta de algas a las que se da el nombre de sargazos, y donde las carabelas de Colón no navegaron sin trabajo, cuando por primera vez atravesaron el océano…»

El Mar de los Sargazos y las migraciones de las anguilas. Fuente: New Scientist.

Verne comenta luego que la roda del velero corta como un arado la pradera de algas y que éstas se enredan como lianas en su arboladura. Obviamente es una exageración, pero se apoya en la existencia real del Mar de los Sargazos, el único del mundo que no está definido por ninguna línea de costa sino por corrientes oceánicas. Un mar dentro del océano.

Situado en el giro del Atlántico Norte Subtropical, la corriente cálida del Golfo marca su extremo oeste, el norte la del Atlántico Norte, el este la corriente de Canarias y el sur la corriente ecuatorial Noratlántica.

Sus límites cambian en función de dichas corrientes pero suele coincidir con el centro de altas presiones entre Azores y Bermudas. La única tierra en él es justamente el archipiélago de Las Bermudas, vértice del legendario triángulo con el mismo nombre.

El mar de los Sargazos ofrece un hábitat único para muchas especies marinas que se reproducen, protegen y alimentan entre la cobertura de algas. Las anguilas (americanas y europeas) se cree que regresan a él para desovar, incluso desde el Mediterráneo. Pero no solo es importante para las anguilas.

Varias especies de tortugas desarrollan sus crías en él, girando en el sentido horario en un inmenso tiovivo de sargazos junto a crustáceos, peces (incluyendo caballitos de mar) e invertebrados.

Atunes y aves marinas también consiguen su alimento en este ecosistema tan peculiar, conocido en inglés como «The golden floating rainforest«.

Está constituido por 2 especies: Sargassum natans y S. fluitans, que probablemente proceden del Caribe aunque son holopelágicas, es decir, se han adaptado a vivir en la superficie del mar <<sin necesidad de un sustrato para completar su ciclo de vida>>. Ambas se reproducen de forma asexual por fragmentación.

El Mar de los Sargazos. Autor: University of Southern Mississipi Gulf Coast Research Laboratory. Fuente: NOAA.

La cobertura de algas es irregular: pueden extenderse a lo largo de kilómetros pero suelen formar concentraciones dispersas que nunca han debido estorbar a ningún barco. El mar de los Sargazos es oligotrófico, de un profundo color azul y con visibilidad hasta los 60 metros de profundidad.

Las aguas de los Sargazos reciben pocas lluvias y son cálidas en comparación al exterior debido al aislamiento por las corrientes que lo circundan.

Conocido refugio de piratas, es célebre por sus calmas chichas asociadas con el anticiclón subtropical. Está localizado a 30ºN, en lo que se llaman las “Latitudes del Caballo”, con vientos variables y débiles. Dicho nombre procede de los relatos de navegantes españoles que atrapados en él durante semanas, para ahorrar agua, se deshacían de algunos caballos matándolos y arrojándolos por la borda.

El poema Horse Latitudes de Jim Morrison publicado en «Strange Days» (1967) por The Doors, narra esto tan truculento que les acabo de contar. La propia canción en sí es muy desasosegante.

El investigador Mike Murphy con un kelp de azúcar. Autor: David Csepp (NOAA/NMFS/AKFSC/Auke Bay Lab). NOAA Photo Library. Fuente: Wikimedia commons.

La siguiente historia ya ocurre en la balsa. Mientras derivan hacia el sur en su aventura desesperada el Sr. Kazallon descubre algas flotando:

“Son laminares sacarinos, que contienen un principio azucarado. Aconsejo a mis compañeros que mastiquen los tallos. Así lo hacen y consiguen refrescar sensiblemente la garganta y los labios.”

Este alga parda es comestible y tiene un sabor dulce porque posee altos niveles de manitol. Por algo se le conoce como el Kelp de azúcar. Tiene tanto que al secarse se forman cristales blancos de azúcar en su superficie!

El nombre científico de dicha especie es Saccharina latissima (antes Laminaria saccharina). Así que la escena que describe Verne sería posible: hay cosas más ricas pero te la puedes comer cruda, sobre todo en la situación de los náufragos.

El único «pero» a esta escena sería espacial: dichas algas solo se encuentran en aguas frías en el Atlántico y Pacífico Norte. Difícil, por no decir imposible, toparse con ellas en latitudes cálidas.

La tercera y última historia de hoy pertenece al desenlace de la novela. Desesperados, antes de morir de sed y hambre, deciden sortear a quien se comen. El asunto es peliagudo: termina montándose una trifulca fenomenal en la balsa y el Sr. Kazallon cae al agua. Braceando para no hundirse descubre que el agua es dulce y se puede beber. Pero están en medio del Atlántico sin tierra a la vista ¿cuál es la explicación?

Modelo matemático de la salinidad superficial del Atlántico frente a la costa norte del Brasil, con el efecto de la pluma de agua dulce del Amazonas. Fuente: Fig. 2 (Coles y col. 2013).

Tal cantidad de agua dulce sólo puede provenir de un río: del más caudaloso del mundo. Cuando atraviesas la pluma de agua dulce del Amazonas puedes encontrar agua dulce a decenas de kilómetros de la costa.

El Amazonas aporta el 20% del agua dulce de todos los ríos del planeta, el mismo volumen que los siguientes 8 grandes ríos: El Congo, Ganges-Brahmaputra-Meghna, Orinoco, Yangzi, Río Negro, Río de la Plata…

En el mapa de salinidades de la derecha pueden ver una mancha azul en su desembocadura que indica salinidades iguales o menores a 4: eso es agua dulce.

Dependiendo de la altura de la línea de tierra esta es visible desde 5 a 35 km de distancia. Así que sería perfectamente posible la escena que describe la novela: la extensión de esa mancha azul de agua dulce supera, con creces, los 35 km. El mapa es la salida de un modelo matemático pero su validación in situ (Coles y col. 2013) demostró que se quedaba incluso corto para la extensión de la pluma del Amazonas.

Y sabemos que los náufragos llegan a tierra justo en la desembocadura del Amazonas porque Verne nos facilita en esta novela las coordenadas de latitud exactas: 0º 12′ N.

Referencias:

-Coles V.J. y col. The pathways and properties of the Amazon River Plume in the tropical North Atlantic Ocean. J. Geophys. Res.: Oceans 118:6894–6913 (2013).
-Verne J. El Chancellor. 115 pp. (1875).
-Fuente web: What is the Sargasso Sea? NOAA 

 

 

 

 

Criaturas fantásticas (II)

Ilustración de 20.000 leguas de viaje submarino.
Neuville y Riou (1870)

Continuamos nuestro viaje en el submarino que Verne nos regaló cuando éramos niños. En él iremos a Canarias, Asturias y finalmente al océano Pacífico…

En octubre de 2005 apareció el cadáver de un Architeuthis en Tenerife y fue llevado al centro oceanográfico (IEO) de Canarias. El animal estaba un poco «hecho cisco» pero las imágenes son impactantes.

Lo recuerdo muy bien porque fue la única vez que he visto a uno, más ó menos fresco…!

Autor imagen superior: Pedro Pascual Alayón (C.O. de Canarias).
Imagen siguiente: mismamente yo.

Architeuthis acumula cloruro amónico en su cuerpo. Esto le descarta como ingrediente de la paella pero le proporciona flotabilidad neutra (para suspenderse dentro del agua).

Sus depredadores son cetáceos como los cachalotes que suelen lucir «marcas de guerra» en forma de ventosas cerca de la boca…

Detalle del pico del Architeutis de Tenerife (2005). Autor: Pedro Pascual Alayón (C.O. de Tenerife)

 

Architeuthiscalamar antiguo» ó «primigenio«) es el género de calamares gigantes de mayor tamaño y más conocido por el público general. Se trata del organismo marino con mayor tasa de crecimiento y se piensa que su ciclo de vida varía entre 1 a 6 años. Sus apariciones son contadas: los registros históricos de Architeuthis en todo el mundo eran aprox. 500 hasta el año 2006. Suelen encontrarse muertos (ó moribundos en ocasiones excepcionales) en latitudes medias, nunca en zonas polares y raramente en las tropicales.
Un «peludin…»
Copyright: CEPESMA
Disponible en http://www.asturnatura.com/especie/architeuthis-dux.html
A nivel mundial hay dos lugares «mágicos» donde suelen aparecer con mayor frecuencia. Se van a quedar patidifusos: Nueza Zelanda y Asturias.
Las razones que explican la presencia de poblaciones estables en Asturias son probablemente los cañones submarinos entre Avilés y Llanes y una abundante comida (bacaladillas).
Para que se hagan una idea, en Asturias los Architeuthis son tan «de la tierra» que reciben el nombre popular de «peludines«, porque pierden la piel fácilmente y dejan su carne pálida al descubierto.
La costa Jurásica asturiana.
http://www.ruralia.com/lugares-interesantes/costa-jurasica-de-asturias–un-rastro-de-huellas.php?id=27

Curiosamente, la franja de costa donde aparece Architeuthis coincide con la Costa Jurásica de Asturias. Allí se acumulan una gran cantidad de restos fósiles y huellas de dinosaurios de este período geológico que han hecho posible la creación del MUJA (Museo Jurásico de Asturias: http://www.museojurasicoasturias.com/) en Colunga.

Quizás no sea casualidad. No se sabe cuando surgieron los calamares gigantes pero Architeuthis ó sus antecesores directos son probablemente seres del Jurásico: lo más parecido a «dinosaurios marinos» que haya llegado hasta nuestros días…

Dejamos Asturias y ponemos rumbo a nuestro último destino en el océano Pacífico…
A los amantes de la historia les sonará la isla de Iwo Jima, escenario de una batalla crucial de la II Guerra Mundial, a la que Clint Eastwood dedicó dos películas, una para cada ejército.
Iwo Jima forma parte del archipiélago Ogasawara, a unos 1000 km al sur de Tokio. Y a estas islas volcánicas nos dirijimos, concretamente a la de Chichi Jima. Porque allí se grabó por primera vez a un Architeuthis vivo el año pasado, entre 600 y 900 metros de profundidad. Las imágenes son de una rara belleza y forman parte del documental «Monster squid: the giant is real» del canal Discovery, estrenado en enero de 2013…

¿Cuántas especies de Architeuthis existen?
Pues a pesar de que haya nombres para 21 especies, las descripciones son a menudo incompletas y poco fiables. Las dudas se han mantenido hasta este mismo año cuando Winkelmann y col. (2013) demostraron que existe una sola especie, Architeuthis dux, en base al genoma mitocondrial de unos 40 Architeuthis de todo el mundo (Japón, España, EEUU, N. Zelanda, etc…).

El naturalista danés
J.J. Steenstrup, que describió
Architeuthis dux en 1857.
Autor: C. Bickel (Wikimedia commons)

Más sorprendente aún: todos los Architeuthis pertenecen a una misma población…! y esto a pesar de su distribución global y de que los adultos ocupan zonas geográficas restringidas.

Winkelmann y col. dejan el misterio por resolver pero sugieren una expansión reciente de Architeuthis a partir de una población pequeña…ó que las paralarvas se dispersen por todo el mundo gracias a la «cinta transportadora oceánica»…ó que haya ocurrido un «barrido genético» por algún hecho desconocido…

¿Y cuál es la relación de estas criaturas fantásticas con las algas? veamos, las algas son protistas (células eucariotas). Los protistas pueden ser fotosintéticos, heterótrofos, ó ambas cosas a la vez…

Pues bien: existe un protista con aspecto de quiste de dinoflagelado que parasita las branquias de muchos cefalópodos, incluidos el calamar gigante Onykia robusta ó el pulpo «vampiro» (Vampyroteuthis infernalis), también de aguas profundas.

Onykia robusta (y un buceador). Autor: H. Kubota (1993)
Disponible en : http://en.wikipedia.org/wiki/Onykia_robusta

 

Hay que aclarar que a pesar de su nombre Vampyroteuthis es detritívoro y no le chupa la sangre a nadie…!!
Ilustración de Vampyroteuthis infernalis.
Autor: Carl Chun (1903), disponible en Wikimedia commons

A lo que ibamos… el protista misterioso (y posible dinoflagelado) se llama Hochbergia moroteuthensis.

Dada la larga lista de cefalópodos en los que se han encontrado, no sería nada raro que estos extraños parásitos «convivan» también en Taningia ó Architeuthis.

El tamaño de Hochbergia es también gigante a escala celular: miden entre 1 y 1.6 milímetros…
10 a 100 veces mayor que un dinoflagelado de vida libre…!!

Hochbergia moroteuthensis. Imágenes de McLean y col. (1987).
Hochbergia es de color dorado, posee numerosos tricocistos y unas placas triangulares que protegen la célula salvo en la zona donde se fijan al huésped. La naturaleza de Hochbergia no ha sido confirmada hasta donde yo he podido averiguar.
Sus descubridores en 1987 sugirieron que por su aspecto podría ser un dinoflagelado.
Pero faltan las pruebas genéticas, los estudios moleculares no eran todavía tan comunes.

Que Hochbergia sea un dinoflagelado no es nada descabellado porque existen numerosos dinoflagelados parásitos en toda clase de organismos marinos: peces, zooplancton, crustáceos, etc…

Jules Verne y su calamar gigante
en el puerto de Vigo…

Fin del viaje? todavía no…

…no sin recordar otra novela de Jules Verne: «La isla misteriosa».
Porque en ella descubrimos que el refugio del Nautilus estaba en una isla volcánica del Pacífico (igual que las Ogasawara)…y ése fue también su último destino….!!

Referencias:
-McLean N. y col. Giant protistan parasites in the gills of cephalopods (Mollusca). Dis. Aquat. Org. 3:119-125 (1987).
-Shinn GL & McLean N. Hochbergia moroteuthensis gen. et sp. nov., a giant protistan parasite from the giant squid Moroteuthis robusta (Mollusca: Cephalopoda). Dis. Aquat. Org. 6:197-200 (1989).
-Winkelmann I. y col. Mitochondrial genome diversity and population structure of the giant squid Architeuthis: genetics shed new light on one of the most enigmatic marine species. Proc. Royeal Soc. B 280, 20130273 (2013).
-Enigmas de la ciencia: el calamar gigante. Guerra Sierra A. Ed. Promarex, 313 pp (2006).