Fake papers
Imagen de portada: Barbie (Greta Gerwig, 2023). Fuente: elpais.com
«Tú escribes un artículo cuando tienes algo que decir, no cuando tienes algo que rellenar».
Fernando Fraga Rodríguez (1922-2020)
En ciencia no es oro todo lo que reluce. Los artículos científicos son la prueba. El sistema de publicación con revisión por pares (es decir, por los propios investigadores), es la forma que tenemos de validar nuestro trabajo antes de compartirlo con la comunidad científica y la sociedad. Esto es fundamental para el progreso de la ciencia ya que permite saber donde está el listón del conocimiento, reflexionar sobre cuestiones abiertas y líneas futuras. Por hacer un símil deportivo: el récord del mundo de salto de altura está en 2.45 m (Javier Sotomayor, Cuba, 1993), así que si tú saltas 1.45 m nadie te reconocerá ningún mérito. Esto en un mundo ideal, como Barbieland…
Pero el mundo real es otro asunto. La presión por publicar y sacar pecho con tu curriculum para ganar méritos en un concurso de trabajo hace que publicar se convierta a menudo en un objetivo. Artículos al peso, por encima de si aportas algo de interés y novedoso en tu campo. Sin olvidar que la falta de ética de algunas personas con carreras consolidadas explica muchas noticias sobre ritmos de publicación difíciles de explicar «in the Real World». Todo un melón queridos lectores.
Así pues la virtud de las publicaciones queda cada vez más en entredicho pero yo nunca había tenido una fake paper full experience en persona. Hasta este año.
Como siempre se ha dicho en twitter: «acompáñenme en esta triste historia«.
Febrero 2023. Revisando artículos me encuentro un aviso de Researchgate (una web para compartir artículos entre investigadores y establecer contactos) con un título sugerente pero que a la vez me deja estupefacto: «Effect of Light Wavelength on Biomass, Growth, Photosynthesis and Pigment Content of Emiliania huxleyi (Isochrysidales, Cocco-Lithophyceae)». El artículo lo firmaban 5 autores chinos (Zhang et al.) de la Ocean University of China en Qingdao.

Ocean University of China. Fuente: studyinchinaunion.wordpress.com
Lo compartí con mi colega José Luis Garrido simplemente porque la temática era muy parecida a un artículo nuestro sobre la misma especie (hasta ahí nada fuera de lo normal) y sobre todo por el «Cocco-Lithophyceae«. Coccolithophyceae es una clase de microalgas a la que pertenece Emiliania huxleyi. Pero «Cocco-Lithophyceae» no existe. Es como si escribiésemos Homo sapiens (Primates, Mam-Malia) en vez de Mammalia (mamíferos).
Lo que no sabía era que ese error en el título no era más que la antesala a un trabajo sin pies ni cabeza. Al día siguiente José Luis me escribió «No salgo de mi asombro» y hablamos sobre el artículo. Me recomendó que le echase un vistazo. Cualquier investigador con nociones básicas de pigmentos en microalgas se echaría las manos a la cabeza. Para entendernos todos: es como si alguien publicase que ha encontrado un señor calvo y verde paseando por la calle. Y que hacen un estudio sobre él porque buscaban a un calvo para ver si le crece el pelo con un champú de colores en el que las conclusiones son que sigue calvo y verde. Firmado: 5 investigadores de la «Brown Eggs University».
Emiliania huxleyi es una haptofita, de la línea evolutiva roja. En las microalgas hay 3 líneas evolutivas principales: verde, roja y glaucofitas. Cada una de ellas tiene pigmentos diferentes que acompañan a las clorofilas, distintas también a su vez (salvo la clorofila a que comparten todas las microalgas). Los pigmentos de E. huxleyi son bien conocidos, se trata de una microalga muy estudiada y si algo sabemos es que no tiene pigmentos de la línea verde. Lo saben en Barcelona, Nueva York y también en Qingdao, por supuesto. Aquí tienen la lista de 13 pigmentos de E. huxleyi publicada por Garrido y col. (2016). Pongo las abreviaturas nada más: chlc3, MVchlc3, chlc2, F, PF, HKf, HF, Dd, Dt, chlc2-MGDG, chl a, ß,ε-car y ß,ß-car.
Pero la Emiliania de Zhang y col. en un estudio de pigmentos tiene LUTEINA, un carotenoide típico de la línea verde. Y ojo que no encuentran un poquito porque igual se les contaminó con algo. No. La LUTEÍNA ERA EL PRINCIPAL CAROTENOIDE DEL CULTIVO en todas las condiciones experimentales (luz blanca, roja, azul, amarilla…y porque no probaron más). A partir de ahí, todo lo que Zhang y col. cuentan en su trabajo ya no te interesa porque no dejas de mirar a ese señor verde…
Pero aún había más. Así que José Luis y yo, en un ataque de dignidad profesional, contactamos por escrito a la revista (Journal of Marine Science and Engineering, MDPI) para manifestarles nuestra estupefacción.
Marzo 2023. En una detallada carta al editor jefe, adjunta en un documento de 3 páginas y redactada impecablemente por José Luis, transmitimos en resumen estos asuntos:
- 1) E. huxleyi es una microalga con una composición de pigmentos muy compleja (varias clorofilas c, fucoxantina y múltiples derivados, etc.) y siendo un trabajo de pigmentos los autores solo citan 2 de esos compuestos: fucoxantina y clorofila a. También comentamos lo del Cocco-Litophyceae. Ya puestos…
- 2) Los autores encuentran LUTEÍNA como pigmento dominante, por encima de la fucoxantina. En el trabajo someten a la microalga a diferentes calidades de luz (colores) alguna de ellas favoreciendo en teoría que aumente la fucoxantina. Pero da igual: en su E. huxleyi siempre domina la LUTEÍNA.
- 3) No se habla de los demás pigmentos, en ningún momento…
- 4) Cuantifican pigmentos con dos métodos: HPLC y espectofotometría. Este último solo para la clorofila a. Sorprendente porque el HPLC es la técnica que se emplea para separar pigmentos individuales y la clorofila a no tiene precisamente gran dificultad. Pero es igual. Ellos hacen análisis con dos técnicas y cuantifican por separado la clorofila a usando la técnica menos fina. Comentamos que nos gustaría ver los cromatogramas de HPLC originales para entender qué pasó…
- 5) Citan un trabajo pero faltan coautores en la bibliografía. Una tontería diréis, vale.
En el mensaje al editor planteamos que el artículo contiene muchos errores y que no entendemos cómo ningún revisor los detectó antes de aceptar su publicación. Enviamos el correo y a esperar…
Abril 2023. Contesta la revista pero no es el editor jefe, sino un editor asistente. Y en un ejercicio de síntesis inaudito resume nuestra carta de 3 páginas en 5 puntos (de una línea cada uno). Nos pregunta si su resumen de nuestra carta es correcto y si es lo que queremos que pregunten a los autores. Contestamos que no. Lo que queremos es que les envíen la carta entera con todas las explicaciones, que tampoco es para tanto. Si unos investigadores no pueden leer 3 páginas, apaga y vámonos.
Nos acercamos al desenlace. No os lo perdais que ahora viene lo mejor…
Mayo 2023. Por fin tenemos la respuesta de los autores reenviada por el editor asistente. Desafortunadamente ya no tienen los cromatogramas, va-ya-por-Dios. Lo del «Cocco-Lithophyceae» fue un error. La LUTEÍNA podría ser por una bacteria. UNA BACTERIA. Y que muchas gracias por lo de la bibliografía.
Inmediatamente contestamos al editor, mostrando nuestra decepción porque no les hubiesen enviado a los autores la carta completa en vez de un miniresumen. Y que sus respuestas son del todo insatisfactorias. Por no decir otra cosa. ¿Qué creeis que sucedió después?
Junio, julio, agosto, septiembre…time gooes by, so slooowly…
Nunca más supimos del editor jefe, ni del asistente, ni de Zhang et al. A día de hoy el artículo sigue disponible online en acceso abierto tal cual estaba. No han corregido siquiera el título, ni la bibliografía, NADA. Reluciente e indestructible como un diamante, aquí lo tenéis: https://doi.org/10.3390/jmse11020456
Esto no va de denunciar que MDPI sea una editorial con bajos estándares de publicación. Esto va de que los artículos se publican en acceso abierto, no solo en MDPI sino en todas las editoriales científicas (Elsevier, Springer, PLOS, etc.), previo pago de unos costes APC (Article Processing Charges). Si cuestionas un artículo y demuestras que existe falsedad o errores flagrantes, el editor debería reconocer que no es aceptable mantenerlo en la revista (y devolver el dinero ingresado por su publicación).
Por ejemplo, hablando del COVID-19, Retraction Watch incluye un listado de 370 publicaciones retiradas entre 2020-2023. Uno de los casos más conocidos fue la polémica por el (mal) uso de la hidroxicloroquina. El microbiólogo francés Didier Raoult (con entre 2300-3500 artículos según fuentes web y apodado en España el «Mariano Rajoy francés»), publicó justo al inicio de la pandemia en International Journal of Antimicrobial Agents (ELSEVIER) el éxito de un pequeño ensayo con hidroxicloroquina.
La Agencia Nacional para la Seguridad de Medicamentos y Productos Sanitarios de Francia (ANSM) rechazó su solicitud para autorizar temporalmente el uso de hidroxicloroquina para tratar la COVID-19. Sin embargo, Raoult administró su remedio «mágico» (que no funcionaba) a 30.000 pacientes, provocando efectos secundarios graves en 103 de ellos en cinco semanas y cuatro fallecimientos. Es una larga historia que sigue su curso en los tribunales, con un Raoult que todavía insiste en que su tratamiento fue efectivo y que los estudios que lo desacreditaron estaban «trucados» (La Vanguardia, 31-V-2023). Y su artículo de 2020 sigue disponible en ELSEVIER.
Volviendo a nuestro caso, la verdad es que a nadie le preocupa demasiado que la Emiliania huxleyi de Zhang y col. tenga LUTEINA, pero esta historia (o mejor dicho este cuento chino), se tenía que contar y se ha contado…
Referencias:
- Garrido JL, Brunet C, Rodríguez F. Pigment variations in Emiliania huxleyi (CCMP370) as a response to changes in light intensity or quality. Environmental Microbiology. 18(12):4412-4425 (2016).
- Zhang J, Liu F, Wang Q, Gong Q, Gao X. Effect of Light Wavelength on Biomass, Growth, Photosynthesis and Pigment Content of Emiliania huxleyi (Isochrysidales, Cocco-Lithophyceae). Journal of Marine Science and Engineering. 11(2):456 (2023).