Sobre los errores en las proliferaciones de Canarias

(Imagen de portada: Jannoon028-Freepik.com)

Un buen título es importante. Por eso he cambiado el original (Mensaje en una botella) por este otro que hace referencia directa al tema de la entrada, sugerido por mi colega Esther Garcés del ICM-CSIC.

Divulgar ciencia, ya sea voluntariamente u obligados por las circunstancias, es algo que todos los investigadores hacemos en algún momento (Ciencia en Común). Soy entusiasta de ello y consumo bastante divulgación en los ratos de ocio, hecha por periodistas, maestros, científicos y aficionados que comparten su experiencia y conocimiento en medios públicos de comunicación.

Me gusta pensar que pertenezco a ese club que es la divulgación de todos y para todos. Por eso mismo sé muy bien lo difícil que resulta elaborar un texto sobre un tema de ciencia. No en vano solo escribo de microalgas (sí, también de cianobacterias) para no equivocarme demasiado. Dar un paso más allá me parece inútil, primero porque la divulgación es un aspecto más de mi trabajo y segundo porque no aportaría nada a lo que ya escriben los divulgadores de otros campos.

Dentro de mi campo de estudio apenas araño en la superficie de un tema tan vasto como el fitoplancton. Y no es que yo sea especialmente tonto (que también, pero ese es otro asunto) sino que esa palabra, fitoplancton, encierra un infinito campo de investigación que no dará tiempo a abarcar así explote el Sol y abrase los planetas en 2000 o 3000 millones de años (me gusta mucho la astronomía, hasta aquí mi divulgación del Sistema Solar).

Por ello, escuchar y leer todo lo que se ha vertido a los medios de comunicación este verano sobre las proliferaciones de Trichodesmium erythraeum en Canarias deja patidifuso a cualquiera que trabaje en un laboratorio y se dedique a la investigación, incluidos yo y mi gato (C.A.T. Sheldon). Sí, porque mi gato también es investigador. Una vez quiso investigar si podía pescar dentro del acuario tropical y saltó sobre la tapa de cristal, con el resultado de varios peces volando y otros tantos huesos rotos. 

Nunca máis: be water my friend es solo un eslogan

Entre los divulgadores que más sigo en España les confieso que admiro enormemente al periodista Antonio Martínez Ron, autor de Fogonazos entre muchísimas otras cosas más. Pues bien, en la «Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco», Martínez Ron publicó Veinte consejos para interpretar resultados y publicaciones científicas, resumiendo y adaptando un artículo de Nature (esa prestigiosa revista…) con el título Policy: twenty tips for interpreting scientific claims (Sutherland y col. 2013).

No tiene desperdicio y viene muy a cuento de lo sucedido en Canarias, empezando por este extracto del original:

Los llamamientos a una mayor integración de la ciencia en la toma de decisiones políticas han sido un asunto recurrente durante décadas. Sin embargo, existen serios problemas en la aplicación de la ciencia a la política […]
Una sugerencia para mejorar las cosas es animar a más científicos a involucrarse en la política. Ello, aunque loable, no es realista […] Otra propuesta es ampliar el papel de los principales asesores científicos, aumentando su número, disponibilidad y participación en los procesos políticos. Ninguno de estos enfoques trata del problema central de la ignorancia científica entre muchos de los que votan en los parlamentos.
¿Podríamos enseñar ciencia a los políticos? Es una idea atractiva, pero ¿qué político ocupado tiene tiempo suficiente? En la práctica, los responsables políticos casi nunca leen documentos o libros científicos. La investigación que incumbe al tema del día […] es interpretada para ellos por asesores o abogados. Y rara vez, o nunca, existe un experimento controlado, con doble ciego, aleatorizado, replicado, bien diseñado y con suficiente número de muestras para extraer conclusiones inequívocas sobre dicho tema particular.
En este contexto, sugerimos que la prioridad inmediata es mejorar la comprensión de los responsables políticos de la naturaleza imperfecta de la ciencia. Las habilidades esenciales son poder interrogar inteligentemente a expertos y asesores, y entender la calidad, limitaciones y sesgos de la evidencia.
Nosotros lo denominamos habilidades científicas interpretativas. Estas habilidades son más accesibles que las necesarias para comprender la ciencia fundamental en sí misma, y ​​pueden formar parte del amplio conjunto de habilidades de la mayoría de los políticos.
Con este fin, sugerimos 20 conceptos que deben formar parte de la educación de los funcionarios, políticos, asesores políticos, periodistas, y de cualquier otra persona que tenga que interactuar con la ciencia o los científicos. Los políticos con un sano escepticismo de los defensores científicos podrían simplemente preferir armarse con este conjunto de conocimientos críticos. [Trad. del original]

Qué bien explicado. Los 20 consejos serían largos de enumerar y me voy a centrar solamente en tres de ellos tal como los resumía Martínez Ron:

7. Extrapolar más allá de los datos es arriesgado. Los patrones encontrados dentro de un determinado rango no tienen por qué funcionar fuera de él. Observar un fenómeno en un ámbito y asumir que se da en otros ámbitos es un error común.

16. Cuidado con las generalizaciones. Un ejemplo claro son las conclusiones que se sacan de un experimento en ratones respecto a lo que puede suceder en humanos.

17. Los sentimientos influyen en la percepción de riesgo. A pesar de los datos objetivos, la percepción del riesgo puede obedecer a factores psicológicos y sociales. En EEUU, por ejemplo, se sobrevalora el riesgo de vivir junto a una central nuclear y se subestima el de tener un arma en casa.

Trasladando todo esto al asunto de Trichodesmium en Canarias: cualquier persona puede buscar en la web información sobre cianobacterias y toxinas, descargar artículos científicos o pseudocientíficos y elaborar una historia. Con la orientación que cada uno desee a condición de extrapolar, generalizar y dejarnos llevar por los sentimientos.

Pero eso no es comunicar información científica. Cualquier mensaje que combine esas tres condiciones tan humanas podrá despertar mucha adhesión, pero no por ello dejará de ser falaz o cuando menos equivocado.

–Veamos los tres consejos aplicados al caso de Canarias–

Edo Bar-Zeev y Eyal Rahav, los científicos israelíes autores del trabajo sobre el bloom de Trichodesmium en Israel. Fuente: Diario de avisos

7. Extrapolar más allá de los datos es arriesgado.

En las noticias que relacionan tajantemente los vertidos urbanos con las proliferaciones de Trichodesmium se defiende la existencia de dicha asociación no con datos de Canarias, sino con un artículo en invierno en el Mediterráneo oriental (Rahav y col. 2017) del que ya hablé en una entrada anterior.

Extrapolar dichas evidencias directamente a Canarias es un ejemplo perfecto del riesgo sobre el que avisa este consejo. Basta leer la oportuna entrevista a dichos autores en Diario de Avisos (30-VIII-2017)

16. Cuidado con las generalizaciones.

Cierto, las microcistinas son toxinas muy potentes. Su presencia (y la de otras cianotoxinas) plantea un serio riesgo para la salud de personas y animales en fuentes de agua de uso agrícola y potable contaminadas por cianobacterias tóxicas. Es decir, proliferaciones en aguas continentales que enseguida relacionamos con la eutrofización (porque además en muchos casos es así). Pero Trichodesmium no es una cianobacteria de agua dulce.

Produce microcistinas y un informe interno del BEA que citaba algunos efectos de dichas toxinas («una exposición continuada a esta cianobacteria puede promover el desarrollo de tumores primarios de hígado a medio-largo plazo»), ha servido para denunciar que existe un grave riesgo sanitario guardado en secreto.

Por este motivo se ha cargado también, injustamente, contra los autores de dicho informe realizado a partir de muestras recogidas en el mar de Las Calmas (El Hierro).

Fórmula química de la microcistina-LR. Autor: Anton Lebedev. Fuente: 123RF

En mi opinión, el error en dicho documento (fechado el 23-24 junio) era hablar de exposición a «esta cianobacteria» en lugar de «microcistinas«, generalizando dichos efectos a Trichodesmium y dejando abierta la interpretación a que dichos síntomas se han registrado en humanos. Lo cual es falso.

No olvidemos tampoco que en aquel momento las proliferaciones eran apenas una anécdota: nadie imaginaba que iban a durar tanto tiempo ni alcanzar tales dimensiones físicas y mediáticas. Yo solo veo un error en un informe interno oficial, sin la información ni el contexto necesarios en una comunicación pública. A posteriori, cuando se ha consultado a los autores, estos han corregido y contextualizado la información de dicho informe (Diario de Avisos, 27-VIII-2017).

Un informe público oficial es otro asunto: debe contener elementos científicos presentados con reflexión y profundidad, con datos locales para que la información sea lo más veraz y completa posible. Aún es pronto y dicho informe no está disponible. Tal como ha explicado Javier Arístegui (ULPGC, director del SITMA) el debate sobre las proliferaciones de Trichodesmium debe ser científico (Canarias7: 31-VIII-2017). Dicho artículo menciona que el Gobierno ha encargado al propio Arístegui un informe científico con el que abrir ese debate basado en datos no en opiniones.

Mientras tanto, no existen estudios científicos que asocien las proliferaciones marinas de Trichodesmium con esos terribles síntomas en humanos. Al menos yo no los conozco y el libro Toxic Cyanobacteria in Water: A guide to their public health consequences, monitoring and management de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1999) que consulté, a propósito para esta entrada, tampoco los menciona. Tampoco en publicaciones posteriores como Guidelines for safe recreational water environments (OMS, 2003 y 2009).

Fuente: NHBS

En un libro reciente, Toxic and Harmful Microalgae of the World Ocean (UNESCO; Lassus y col. 2016) se resumen los efectos sobre personas y fauna marina expuestas a proliferaciones de Trichodesmium a lo largo del mundo, así como sus toxinas. En el caso de las personas menciona un misterioso síndrome en bañistas citado en Brasil en 1963: «la fiebre de Tamandaré» que Proença y col (2009) pusieron en duda sobre su naturaleza y relación con Trichodesmium. En Asia destaca un caso en Kuwait en 2000, con un bloom que ocasionó molestias tales como náuseas, fuertes olores, tos e irritación en los ojos. Y finalmente Oceanía (Australia) donde también se han registrado molestias en bañistas.

Las proliferaciones anuales de cianobacterias tóxicas que se desarrollan en verano en playas de Europa, concretamente en el Báltico en la región de Gdansk (Polonia) son un tema diferente a Trichodesmium del que ya hablamos en una entrada anterior. Suelen ocurrir cuando el agua supera los 20ºC y llegan a ocasionar prohibiciones de baño y cierres por precaución en playas afectadas por proliferaciones masivas (p.ej. Nodularia, Dolichospermum Aphanizomenon).

Las autoridades de cada país son responsables de decretar las limitaciones del baño o cierres de playas y aguas recreativas, así como de informar a la población sobre la existencia y naturaleza de dichas proliferaciones. Las aguas de baño se controlan regularmente y las decisiones de los gestores políticos, tanto en Polonia como en los demás países de la UE, deben seguir la Directiva Europea sobre las aguas de baño (2006/7/EC) que en su artículo 8 «Riesgos debidos a cianobacterias» dice lo siguiente:

1. Cuando el perfil de las aguas de baño indique propensión a la proliferación de cianobacterias, se llevará a cabo un control adecuado que permita la identificación oportuna de los riesgos para la salud.
2. Cuando se produzca proliferación de cianobacterias y se haya determinado o presumido la existencia de un riesgo para la salud, se adoptarán inmediatamente medidas de gestión adecuadas con el fin de prevenir la exposición a aquéllas, que incluirán la información al público.

La ingestión de grandes cantidades de agua (o continuada a lo largo del tiempo) o espuma de cianobacterias representan un riesgo en aguas continentales para personas y animales, pero no en el mar por razones obvias. En este caso, las limitaciones del baño o incluso cierres de playas en los casos más graves son las únicas medidas disponibles, dado que la mitigación de las proliferaciones en zonas costeras es algo todavía en fase de estudio, sin éxitos ni precedentes a gran escala.

Los datos disponibles sobre los efectos de microcistinas y otras cianotoxinas están descritos en los libros de la OMS antes citados y pertenecen a ensayos en animales (tal como aclaró Emilio Soler en referencia al informe interno del BEA) por vía oral y/o inyecciones directas. Dichos ensayos suelen usar ratones (también cerdos), en dosis elevadas y/o prolongadas en el tiempo, para estudiar toda clase de efectos y establecer p.ej. los niveles tolerables de cianotoxinas.

Cabe destacar que para muchas cianotoxinas no existen datos suficientes para dichos cálculos: solo encontré valores de «Ingesta Diaria Tolerable» (dosis diaria a lo largo de toda la vida sin efectos adversos en personas) para microcistinas-LR (las más tóxicas, de Microcystis aeruginosa).

Pero también se han realizado ensayos con cianobacterias tóxicas de agua dulce en humanos.

Pilotto y col (2004) estudiaron en un grupo de 114 voluntarios los efectos de la aplicación directa sobre la piel de parches con cultivos de cianobacterias, tóxicos y no tóxicos, de los géneros Microcystis y Cylindrospermopsis, entre otras. Al comienzo del artículo citan lo siguiente: «En relación a las actividades recreativas en agua contaminada con cianobacterias, el contacto dérmico es una importante vía de exposición. Sin embargo, la naturaleza de los informes sobre reacciones alérgicas y dermatológicas son esporádicos y bastante anecdóticos» [Trad. del original]

Los resultados de su trabajo mostraron que alrededor del 20% de las personas desarrollaban reacciones leves en la piel en contacto con las cianobacterias, resueltas sin tratamiento al cesar la exposición. Y el porcentaje bajaba al 15% si excluían a las personas que también reaccionaban a cianobacterias no tóxicas.

Emisario submarino. Fuente: aguasresiduales.info

17. Los sentimientos influyen en la percepción de riesgo. 

Las proliferaciones han afectado a las costas de varias islas occidentales y todo apunta a condiciones ambientales favorables durante el verano. Aún así, la posible (al menos no descartable todavía) influencia de los emisarios submarinos, junto al aspecto desagradable, el mal olor y la persistencia de los blooms de Trichodesmium, han provocado un sentimiento de indignación y la percepción de una relación directa entre proliferaciones y emisarios.

Esta percepción ha crecido además por la falta de reflejos de las autoridades a la hora de elaborar un comunicado oficial, publicado finalmente el 11 de agosto, mientras crecía la confusión, opiniones cruzadas y alarmas infundadas durante el verano. A pesar de todo, dada la novedad de este asunto en Canarias, por muchas explicaciones que hubiese habido creo que la polémica habría alcanzado dimensiones parecidas. Sin datos locales e informes científicos todo este debate entretiene el asunto del verano pero resulta estéril.

El tiempo y los datos darán y quitarán razones.

El debate debe ser científico y también político porque la responsabilidad de la gestión presente y futura de asuntos como este recae en las autoridades. La comparecencia pública del próximo jueves 7 en el Parlamento (Canariasahora, 4-IX-2017) forma parte de las necesarias explicaciones que hasta ahora sólo han llegado tarde y parcialmente a través de la prensa nacional e internacional y el comunicado oficial del pasado 11 de agosto.

Sobre el debate científico, me encantaría ver un espacio de televisión con un grupo de expertos discutiendo sobre las proliferaciones de Trichodesmium con el informe científico sobre la mesa, abierto a la participación del público. Tengo una pregunta para usted, versión ciencia !!

Adenda: aquí les dejo el enlace al informe científico «Sobre la presencia de Trichodesmium spp.
en aguas de Canarias en el verano de 2017″, firmado el 2 de septiembre y elaborado por los investigadores A.G. Ramos, J. Arístegui y M. Benavides, publicado a posteriori de esta entrada.

Referencias:

-Guidelines for safe recreational water environments. Vol. 1 (2003) y addendum a Vol. 1 (2009). Disponibles en la web de la OMS
-Pilotto L. & col. Acute skin irritant effects of cyanobacteria (blue-green algae) in healthy volunteers. Aust. N. Z. J. Public Health 28:220-224 (2004)
-Sutherland WJ & col. Policy: Twenty tips for interpreting scientific claims. Nature 503:335-337 (2013).
-Toxic and harmful microalgae of the world ocean. Lassus P. & col. (Eds.). IOC-UNESCO. Manuals and guides. Vol.: 68. 523 p. (2016)
-Toxic cyanobacteria in water. A guide to their public health consequences, monitoring and management. Chorus I. & Bartram J. (Eds.). WHO, UNESCO, UNEP. 400 p. (1999). Disponible en la web de la OMS.
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