¿Dónde enviamos el artículo?
Las entradas de este blog suelen incluir un apartado de referencias. Porque mis fuentes de información están en artículos (papers) científicos.
¿Dónde enviamos el artículo? es una frase común en cualquier centro de investigación. Tras recoger los datos de un estudio, llega el momento de procesarlos, pensar en escribir y entonces ¡zas! alguien pronuncia las palabras mágicas.
Para responder a esa cuestión hay que considerar varios aspectos relacionados con la temática e impacto de la revista, rapidez en el proceso de revisión/evaluación, calidad de edición y costes de publicación.
En general, lo suyo es primar las revistas con mayor factor de impacto (IF en inglés), y que formen parte del Q1 (primer cuartil en número de citas de un área de conocimiento: Aquatic Science, etc). Hablamos de revistas indexadas (SCI): sujetas al sistema de revisión por pares que luego comentaré.

El IF viene a ser lo que el PIB en los países: una medida de riqueza, en este caso de revistas científicas, discutible por lo que representa (cantidad de citas, no calidad del trabajo). Nos guste o no, es la referencia actual.
Y de ese IF depende luego indirectamente tu propio índice de impacto (h), que siguiendo con el símil de los países viene a ser tu renta per cápita científica. Si consigues publicar en revistas con mayor IF, tanto mejor para la repercusión de tus trabajos, citas e índice h.
Esos indicadores, el IF de tus artículos (y cuántos Q1), así como el h, deben constar en el currículum vitae para convocatorias de proyectos, contratos y plazas de investigación. Y pueden ser determinantes para el éxito o el fracaso final.
Para un estudiante predoctoral sus artículos son lo más valioso de cara a situarse en la casilla de salida en pos de contratos postdoctorales u optar a una plaza de investigador (al menos en un país que apueste firme por la ciencia, no como en España).
La expresión «publish or perish» resume la presión que existe por publicar si pretendes tener éxito en la carrera académica. «Publish» pero no de cualquier manera: Q1 como mínimo.
Todo esto hace que a veces olvidemos lo más importante: los artículos son ladrillos (literalmente en muchos casos) que construyen el progreso de la ciencia y el beneficio de la sociedad en general. Sirven para refrendar tu trabajo y entregarlo al resto de la comunidad científica. Esa al menos es la teoría.

En la práctica hay fuerzas de todo tipo que pugnan por beneficiarse del sistema desvirtuando su esencia: desde la manipulación de resultados por autores sin ética y editoriales «depredadoras», hasta el oligopolio editorial.
Para lo primero existen herramientas de detección de plagios y denunciantes particulares como Elisabeth Bik (en Twitter @MicrobiomDigest y en su Blog ScienceIntegrityDigest). Con ella descubrirán cosas que nunca creerían: compraventa de autorías, copia y pega de ilustraciones en distintos artículos, etc.
En cuanto a editoriales «depredadoras», pretenden estar sujetas al sistema de revisión por pares pero la supuesta virtud es dudosa o falsa. Lo que buscan es captar clientes y forrarse con los gastos de publicación. En BEALL existe una lista de dichas editoriales (que también llenan de spam el correo en los centros de investigación), así como de conferencias «depredadoras», etc. Aquí el que no corre, vuela y depreda…
Para lo último, el asunto del oligopolio editorial, existe Sci-Hub.
La mayoría de revistas pertenecen a cinco grupos editoriales (Elsevier, Springer-Nature, Wiley-Blackwell, Taylor & Francis, Sage) que concentran el conocimiento generado por laboratorios de todo el mundo y controlan su distribución.

Dichas editoriales ofrecen la posibilidad de publicar en abierto en las revistas de su grupo a cambio de un desembolso económico entre considerable y astronómico.
Las propias instituciones públicas de investigación, si quieren facilitar el acceso a revistas a sus investigadores, deben pagar también cuotas de suscripción que sólo en el CSIC en 2017 ascendieron a 6 millones de euros (El Confidencial, 16-II-2018).
Oigan, negocio redondo: cobramos suscripción a las instituciones y artículos a los proyectos...
…porque la obligatoriedad de publicar en abierto la investigación financiada con fondos públicos, en el caso de España siguiendo el art. 37 de la Ley de la Ciencia (2012), supone que debamos incluir en cualquier proyecto un apartado para cubrir gastos de publicación.
Insisto: proyectos financiados principal o exclusivamente por fondos públicos. Dicha ley establece que la versión digital de los artículos aceptados debe estar disponible en los 12 meses siguientes a su fecha de publicación.
¿Y cuánto cuesta publicar en abierto? pues depende. Generalmente más de 1.000 $, aunque a menudo el coste es 2, 3, 4 (o más) veces superior en función del prestigio de la revista…perdón, del factor de impacto.
Por dar un rango, Nature Communications, revista de acceso abierto estrella del grupo Springer-Nature, impone un coste de 4.380 €/5.380 $ por paper (según la procedencia del autor principal). Su IF (2019) es 11,88. Mientras, Scientific Reports, del mismo grupo, impone 1.570 €/1.870 $ con un IF (2018) de 4,12.
En el caso del grupo del IEO en el que trabajo, solemos publicar artículos relacionados con fitoplancton tóxico y una de las habituales es Harmful Algae. Su IF (2019) es 4,51 y cada artículo en abierto sale a 3.300 $.
Los costes citados corresponden a la vía dorada que garantiza acceso abierto inmediato y permanente tras la aceptación del trabajo, en su formato correspondiente.
Una manera de ahorrar costes de publicación en abierto es la vía verde, que permite acceder al postprint (versión aceptada antes de publicar y sin formato final). Eso sí, tras un período inicial de embargo (12-24 meses) y a través de un repositorio público (bien por disciplinas: ArXiv, BiorXiv, etc; o institucional).
Otra alternativa de publicación en abierto es alojar el preprint (versión del artículo enviada por el autor, antes de la revisión y sin formato) en un repositorio público de los antes mencionados.

Esta opción permite un acceso rápido a los trabajos pero ¿de qué sirve consultar un estudio que no haya sido revisado ni aceptado? su validez está en entredicho, y a no ser que los resultados sean de vital importancia lo mejor es esperar y ver cómo termina la cosa.
Los preprints se han puesto de moda durante la pandemia del COVID-19. Multitud de ellos han florecido en los distintos repositorios para acelerar la comunicación de resultados y conocer mejor los puntos débiles del SARS-COV-2.
La intención es buena, pero una vez más, se mezcla el grano con la paja y hay que insistir en que recogen datos y conclusiones provisionales.
Veamos en qué consiste la revisión de un artículo. Habitualmente se dice que los estudios publicados han sido validados por la comunidad científica. Pero eso no es del todo cierto.
Los artículos los evalúan generalmente 2-3 revisores externos y la decisión final la toma el editor de la revista. A menudo la propia revista solicita al autor del trabajo los nombres de posibles revisores. E incluso puedes bloquear algunos. Así que el proceso no es abierto a la comunidad ni siempre independiente.
Y al revisor, pues que sea muy rápido: cada vez más. Y las prisas no son buenas.
Una vez publicado puede que se descubran errores de diseño «honestos» que lo invaliden parcialmente, o algo peor que justifique la retirada del artículo. Cada año se retiran unos 1000 artículos y aunque la tasa de retirada aumentó durante el s. XXI, se ha mantenido estable desde 2012 según Science (Brainard y You, 2018).

De esto no se libra ni la mejor revista ni artículos muy citados. Existen numerosos ejemplos como el infausto trabajo de Wakefield et al. (1998) en The Lancet que relacionaba vacunas con autismo, retirado en 2010.
Y en lo que va de pandemia se han retirado 14 artículos relacionados con el COVID-19 (RetractionWatch).
No olvidemos tampoco que el número de publicaciones se ha disparado (el doble en 2016 respecto a 2003), así que el problema podría ser aún peor. Esto quiere decir que el filtro de evaluación por pares en general funciona bien.
Pero el sistema posee agujeros y la validación de la comunidad científica se realiza a posteriori de la publicación. Todo conocimiento está sujeto a revisión y examen, así es como avanza la ciencia. A partir de los artículos.
Para minimizar estos errores antes de la publicación, una idea podría ser establecer que los preprints (anónimos) estén disponibles en la web de las revistas, de modo que otros investigadores puedan consultar no sólo artículos aceptados sino aquellos en revisión.
Un número mayor de especialistas podría revisarlos y contribuir a mejorar, replantear o incluso descartar el trabajo antes de su publicación. No habría riesgo de copia dado que la fecha de publicación del preprint serviría como prueba ante posibles plagios.
Y dirán ustedes: ¡Pero si esto ya existe! tenemos repositorios públicos de preprints. Sí. Pero no están asociados a las revistas. Los investigadores participamos en el proceso de revisión pero sin contrapartida justa en la publicación y el acceso a la información. Aquí quería llegar yo.
La única contrapartida es que otros colegas evaluarán tu trabajo. Hoy por ti, mañana por mí.
En general, la revisión de artículos, parte fundamental de la actividad investigadora, es anónima y no se puede cuantificar. Tenemos indicadores para todo menos para esto ¿por qué?
Un sistema de evaluación de preprints en abierto sería un beneficio para todos. Que la actividad como revisor sea cuantificable y a cambio de ello poder publicar gratis en abierto (o a bajo coste) me parece una contrapartida mucho más justa que la de trabajar gratis para las revistas.
Tu indicador como evaluador de artículos podría formar parte del CV investigador. Esto es lo que intenta hacer Publons, p. ej., pero el sistema de revisión dista mucho de ser así.
El problema de acceder a la información de los artículos recién publicados de forma inmediata y a coste razonable no tiene fácil solución. Las editoriales son muy celosas de su negocio y el acceso abierto no deja de ser un eufemismo de acceso para quien lo pueda pagar.

Es por ello que existen webs como ResearchGate, una especie de red social de investigadores donde a menudo se encuentran artículos en abierto sin el permiso de la revista. Pero sobre todo tenemos el repositorio Sci-hub.
Se trata de una web pirata, sí, tal como explica su propia portada.
Sci-hub facilita el acceso a artículos científicos (>82 millones en la actualidad) gracias a (entre otros), la donación de credenciales de acceso a las revistas.
Su creadora en 2011, Alexandra Elbakyan, la fundó en respuesta a los costes elevados de acceso a los artículos y a su distribución limitada por las revistas.
Yo también uso Sci-hub, claro que sí. Tuve mis dudas al comienzo, ¡pero me duraron bien poco!
Infringe los derechos de copyright de las revistas y por ello ha sido denunciada por editoriales como Elsevier y ACS, perdiendo ambos litigios y debiendo dar de baja el servidor original sci-hub.org.
Sin embargo, Sci-hub continúa viva y en buena salud. Cambia continuamente de dirección ya que posee un grupo de servidores en la deepweb que encriptan el tráfico y ocultan su origen. A menos que alguien los encuentre físicamente y los desmonte…
El éxito de Sci-hub entre la comunidad científica reside en la necesidad de una distribución justa de la información, lejos de las restricciones y costes siderales difíciles de entender dado que los investigadores realizan y revisan sus propios trabajos.

Hace 20 años, sitios web como Napster permitían compartir libremente música a través de internet.
También fueron denunciados y condenados por infringir las leyes de propiedad intelectual. La propia evolución del negocio musical, la demanda y la tecnología han llevado al desarrollo de plataformas legales gratuitas o de bajo coste que permiten disfrutar de música online.
La ciencia está 20 años por detrás de esto. Y además somos los investigadores quienes cedemos el copyright de los trabajos a las revistas.
Sci-hub es, con todas las pegas que puedan ponerle, una grieta en un sistema injusto. Quizás nos cueste recordar su nombre en una o dos décadas (igual que Napster), cuando el acceso a la información científica y el sistema en sí mismo sea más justo y razonable.
Yo le deseo lo mejor a su creadora y a su web. Gracias Alexandra.
Agradecimientos:
A Uxía Tenreiro (IEO Vigo) por su lectura crítica y comentarios tan interesantes sobre la primera versión de esta entrada.
Referencias:
- Brainard J. & You J. What a massive database of retracted papers reveals about science publishing’s ‘death penalty’. Science (News, 28/10/2018)