El alga de la muerte de Hana
Imagen de portada: Mokoliʻi [Chinaman’s Hat, bahía Kāneʻohe. Autor: F. Rodríguez]
Hoy abriré un paréntesis en la saga dedicada a Verne, porque Hawaiʻi lo vale.

Instituto de Biología Marina de Hawaiʻi (HIMB). Fuente: himb.hawaii.edu
El Instituto de Biología Marina de Hawaiʻi (HIMB) tiene el privilegio de ser el único laboratorio del mundo en un arrecife de coral: la isla Coconut, en la bahía Kāneʻohe (Oahu).
Parece más un paraíso que un lugar de trabajo y su localización tiene mucho que ver con eso…
Fue un magnate del petróleo (Edwin W. Pauley), quien compró en 1947 la isla-arrecife para su disfrute privado y financió en 1951 la creación del Hawaiʻi Marine Laboratory (HML), germen del actual HIMB.
En 1993 la familia Pauley aportó nuevos fondos para comprar los terrenos privados que quedaban y ampliar las instalaciones.
Estuve en Oahu en 2011, y también en la bahía Kāneʻohe, gracias a una campaña oceanográfica del proyecto Malaspina, pero desconocía completamente la historia que les voy a contar y en la que el laboratorio de Coconut fue protagonista a su pesar.
La palitoxina es uno de los venenos más potentes que se conocen y debe su nombre al invertebrado marino del cual se aisló: Palythoa toxica.

Palithoa sp. Autor: Jay Torborg. Fuente: jaytorborg.com
Palythoa es un género de corales blandos (Filo: Cnidaria, Clase: Anthozoa) que incluye a otras especies productoras de palitoxina.
Dicha toxina (y análogos como las ostreocinas, ovatoxinas y mascarenotoxinas) la producen también varias especies de dinoflagelados del género Ostreopsis como O. cf. ovata, O. cf. siamensis, O. fattorussoi y O. mascarenensis.
Estos dinoflagelados han sido relacionados con intoxicaciones y muertes en humanos por consumo de pescado y crustáceos. Los síntomas del clupeotoxismo (intoxicación por consumo de pescado contaminado con palitoxina) son similares a los de la ciguatera, aunque su mortalidad es mucho más elevada.
El descubrimiento de la palitoxina tiene mucho de leyenda, leyendas hawaiianas para ser más exactos!
He encontrado varias versiones antiguas y modernas que recogió mi colega Pilar Riobó en su tesis doctoral (2008), pero me ceñiré a una fuente anterior: «Native use of marine invertebrates in old Hawaii» (Titcomb, 1978). Según esta autora, un escrito de 1838 afirmaba que en una charca marina en el distrito de Hana crecía un musgo venenoso. Se decía que los nativos solían frotar con él la punta de sus lanzas para volverlas letales y que aquel musgo rojizo se encontraba solamente en dicho lugar.
Titcomb añade que una leyenda hawaiiana explicaba como «un despiadado hombre-tiburón fue asesinado y las cenizas de su cuerpo arrojadas a una charca. Luego, aquellas cenizas se transformaron en el musgo venenoso.»
Los nativos la llamaban limu-make-o-Hana («alga de la muerte de Hana«). Años después, en 1877, la sugerente historia de las lanzas fue desacreditada en una carta a un periódico local, a la vez que informaba sobre el veneno y el organismo responsable:
Permítame decirle algo sobre el alga tóxica de Muolea en Hana, al este de Maui. Antiguamente no crecía como ahora y los nativos que vivían cerca de las charcas marinas no sabían que era venenosa. Unos niños fueron a las pozas a capturar peces ouha y aquellos que los probaron se marearon y desmayaron. Revivieron cuando les administraron medicinas.
Philip Helfrich (Universidad de Hawaiʻi, izquierda) y Hank Banner (director del HML) en 1961. Fuente: UH and the sea (Capítulo 3)
Después de aquello, un hombre de Honaunauin Kona (Hawaii) descubrió el asunto. En la época que los cerdos comen patatas dulces cosechó el alga y frotó patatas con ella. Se las ofreció a los cerdos y todos murieron.
Cuando unos perros se acercaron a lamer el vómito de los cerdos también murieron […] en cuanto la tocas se encoge y afloja como una planta delicada.
No es como el resto de algas, se parece a las ventosas de los pulpos […] los peces que nadan a su alrededor no sufren daño pero si te los comes morirás […] por esa razón nadie que no tenga permiso puede ir allí…» [Muolea, Hana, 11 agosto 1877, Abraham Kauhi]
Inspirados por estos documentos del siglo XIX, zoólogos de la Universidad de Hawaiʻi y del HML (isla Coconut), con Philip Helfrich a la cabeza, localizaron el 30 de diciembre de 1961 una poza en la que se encontraba un organismo que podía corresponder con aquellos relatos. Los nativos les avisaron de que el lugar era «kapu» (tabú), un área prohibida según las antiguas leyes hawaiianas y que se arriesgaban a sufrir un castigo al entrar en ella.

Así era el laboratorio del HML en la isla Coconut, en 1959. Su estructura era de madera reutilizada de viejas construcciones militares. Fuente: UH and the sea (Capítulo 3)
Y casualmente, casi al mismo tiempo que se encontraban allí, un incendio arrasó el laboratorio del HML provocando la pérdida de equipos y datos: años de trabajo reducidos a cenizas.
No hubo heridos ni muertos pero científicamente fue una catástrofe. Sobre el mismo lugar se levantó un nuevo laboratorio inaugurado en 1965 con el acrónimo actual: HIMB.
Pero la historia no termina aquí. Se ve que Helfrich y sus colegas no eran en absoluto supersticiosos y al día siguiente del incendio, 31 de diciembre, volvieron a la poza para recoger más especímenes.
Y ese día experimentaron en sus propias carnes las pruebas de su toxicidad…
Mientras muestreaban uno de ellos entró en contacto con las secreciones mucosas de Palythoa a través de arañazos en las manos sufriendo náuseas, mareos, dolor de cabeza y una hinchazón en pies y manos que le duró una semana!
Aquel muestreo y otros posteriores demostraron que no se trataba de un alga sino del cnidario Palythoa toxica (Walsh & Bowers, 1971).
También en 1971 se publicó la identificación de la palitoxina (Moore & Scheuer), cerrando así el círculo en torno a las leyendas y relatos que llevaron a investigadores como Helfrich a tirar del hilo hasta descubrir la verdadera naturaleza del asunto.
En esto consiste a menudo la ciencia: indagar en la razón profunda de las cosas por mágica e incomprensible que nos parezca la realidad.
Al mismo tiempo –si es cierto todo lo que escribió Titcomb en 1978-, interpreto lo siguiente: que el lugar donde crecía Palythoa estuviese prohibido por las leyes tradicionales pudo ser una forma de controlar el acceso al veneno, demostrando que sí se conocía desde antiguo y que quizás las leyendas e historias de lanzas venenosas no eran solo fantasías…
Referencias: